sábado, 27 de diciembre de 2008

Arquitectura rural. Arico .Tenerife




ARICO NUEVO

Se encuentra situado entre los barrancos de La Atalaya y Lere. En el Lomo de la Quinta.
El caserío creció sobre todo, a partir del siglo XVIII, con el traslado de familias pudientes del Lomo de Arico debido a la escasez de agua. El suministro aquí estaba asegurado por el manantial de La Degollada.
El pueblo era eminentemente agrícola y ganadero. Se plantaba trigo y otros cereales, viñas, frutales... y en cuanto a ganadería predominaba el ganado caprino.
Este núcleo de población rivalizó por la capitalidad con el Lomo de Arico, y llegó a obtenerla por varios años (l924-27).
Las edificaciones son de una o dos plantas con patios interiores y graneros en la parte alta. En el centro del pueblo está la plaza y la ermita dedicada a Nuestra Señora de la Luz, a partir de este núcleo surgen las calles principales del pueblo.
En la actualidad es un pueblo practicamente residencial, con la población en retroceso y viviendas deshabitadas. Existen varias casas de Turismo rural. Suele ser muy visitado por ser un pueblo con una arquitectura tradicional muy bien conservada.

ICOR

Hoy es un caserío casi abandonado y aunque están rehabilitando algunas casas , la mayoría están en muy mal estado.
Los primeros habitantes de Icor vivían en cuevas.
Luis Morales descendiente de guanches, casó en 1680, con Brigia Pérez, fueron ellos los dueños de las dos primeras casas que se construyeron en Icor.
En 1778 había tres edificaciones de dos plantas, hechas de piedra de tosca, muy abundante en la zona.Todas tenían un patio, alrededor de él, se levantaba la vivienda, en la parte alta estaba el granero al cual se accedía por una escalera exterior hecha con la misma piedra y terminado en un balcón o corredor.
En el siglo XIX , Icor tenía once casas y 36 habitantes.
En 1987 había 71 habitantes censados. Así, hasta llegar hasta nuestros días, que como se dijo anteriormente está practicamente despoblado.
A destacar el Tagoror guanche que se encuentra al final del pueblo.

sábado, 20 de diciembre de 2008

Las ventas de antaño

Hoy en dia vivimos para ganar dinero y consumir.

Usar y tirar. Unas veces porque fabrican las cosas con una calidad pésima, para tener que reponerlas de nuevo al poco tiempo; otras en cambio, son las modas las que imponen la duración del producto. El caso es no parar la maquinaria que sostiene a esta sociedad capitalista.
Con tanto consumo estamos generando un daño irreversible a nuestro Planeta, no solo por la cantidad de materias primas que se necesitan sino por la gran masa de basuras que todo este tinglado genera.
Antes en los pueblos pequeños como Arafo, se vivía muy bien.
Una gran mayoría de familias se dedicaba a la agricultura. Y si no, por lo menos cada casa tenía un huerto familiar, del que se obtenían verduras, hortalizas y las papas, tan importantes en la dieta isleña. Las había blancas "Up to date" o las "King Edward", estas palabras inglesas por deformación dieron lugar a los canarísmos: papas de "utodate" o "quineguas".
Los frutales también jugaban un papel importante en las economias araferas, en el otoño, naranjas, guayabos, castañas, almendras... el níspero en invierno, a finales de primavera y verano, las ciruelas, duraznos, damascos, uvas, higos picos y de leche...
Al lado de la casa había un espacio para los animales, eran" los goros" allí había cochinos, cabras, gallinas, conejos... Y como no, un animal de carga: un burro, mula o caballo. De estos animales no solo se obtenía alimento o transporte, sino el estiércol, tan importante para el abonado de las tierras.
El resto de cosas se compraban en las pequeñas ventitas de pueblo.
En Arafo había una o varias en cada barrio. Yo puedo hablar de la zona centro-baja del pueblo. Allí estaba la venta de Angelina y Justo que con el tiempo heredaría su hija Efigenia y Néstor, su marido. Otra era la de Nivaria y Paco y por último la de María Antonia.
La venta de María Antonia era pequeñita. Frente a la puerta estaba el mostrador de madera con una pesa. Al lado el papel de estrasa que servía para envolver cualquier cosa. Detrás unas estanterías de madera con algunos enlatados: leche condensada "Cuatro vacas", sardinas en aceite, velas, galletas, chocolate "la Candelaria" o "Nivaria", paquetitos de té... y bajo estas una especie de cofres con tapa que servían para guardar los garbanzos, lentejas, arroz y otros granos.También se podían encontrar" lonas" o alpargatas, sombreros...
El papel de estrasa aquí era uno de los protagonistas; que si un kilo de azúcar, el papel sobre el plato de la balanza y con una palita le iba echando el azúcar hasta completar el kilo. Luego con una precisión fuera de lo normal hacia un paquetito del que no se escapaba ni un grano.
Las aceitunas las traían en garrafones a granel y utilizaban también el papel, pero ahora en forma de cucurucho.
Finalmente la compra se metía en un bolso o cesto, nada de bolsas de plástico, y... a casa.
Años más tarde Néstor y Efigenia, compraron la primera nevera y con ella el abanico de productos se amplió, el pescado congelado le empezó a hacer competencia a " las candelarieras" que subían diariamente en la guagua o incluso andando desde Candelaria, con una cesta llena de pescado fresco: sardinas, caballas, chicharros, viejas... aunque al principio la gente era un poco reacia al consumo del pescado congelado al final acabó por imponerse.
Recuerdo también los primeros yogures o los polos de hielo que valían una peseta. El jamón cocido o el queso amarillo. Tantos productos que hoy son tan cotidianos y que antes eran totalmente novedosos.

¡Qué tiempos aquellos!...aquellas ventitas de antaño...


Casa donde estaba la venta de María Antonia.

domingo, 7 de diciembre de 2008

La sombra del almendro

La patria es una roca,
la patria es una fuente,
la patria es una senda y una choza.

Mi patria no es el mundo;
mi patria no es Europa;
mi patria es de un almendro
la dulce, fresca, inolvidable sombra.

A veces por el mundo
con mi dolor a solas
recuerdo de mi patria
las rosadas, espléndidas auroras.

A veces con delicia
mi corazón evoca,
mi almendro de la infancia,
de mi patria las peñas y las rocas.

Y olvido muchas veces
del mundo las zozobras,
pensando de las islas
en los montes, las playas y las olas.

A mi no me entusiasman
ridículas utopías,
ni hazañas infecundas
de la razón afrenta, y de la historia.

Ni en los estados pienso
que duran breves horas,
cual duran en la vida
de los mortales las mezquinas obras.

A mi no me conmueven
inútiles memorias,
de pueblos que pasaron
en épocas sangrientas y remotas.

La sangre de mis venas,
a mi no se me importa
que venga del Egipto
o de las razas céltica y godas.

Mi espíritu es isleño
como las patrias rocas,
y vivirá cual ella
hasta que el mar inunde aquellas costas.

La patria es una fuente,
la patria es una roca,
la patria es una cumbre,
la patria es una senda y una choza.

La patria es el espíritu,
la patria es la memoria,
la patria es una cuna,
la patria es una ermita y una fosa.

Mi espíritu es isleño
como las patrias costas,
donde la mar se estrella
en espuma rompiéndose y en notas.

Mi patria es una isla,
mi patria es una roca,
mi espíritu es isleño
como los riscos donde vi la aurora...

Nicolás Estévanez Murphi









lunes, 1 de diciembre de 2008

30 de noviembre. San Andrés

Cada 30 de noviembre se celebra el día de San Andrés.
Este santo fue discípulo de Cristo y murió mártir atado a una cruz en forma de X.
Es el patrón de Rusia, Escocia y también de los viticultores y bodegueros.
En Tenerife se celebra esta fiesta en muchos municipios, habiendo unas tradiciones muy arraigadas y esperadas por todos, es el caso de " Las Tablas" en Icod de los Vinos, " Los Cacharros" en el Puerto de la Cruz o "Los Carros" en San Miguel de Abona.
Pero en este post, trataré de la celebración en las bodegas, " la apertura de las bodegas".
El pasado sábado, 29 de noviembre, víspera del santo, fuimos a una bodega en Agache, comarca perteneciente al municipio de Guímar. Allí nos reunimos familia y amigos para probar el vino nuevo, ya sea rosado, tinto o blanco que de todo se da por estas tierras.
Entre "buche"y "buche" de vino, picoteo por aquí y por allá, llega la hora de la comida: sopa de cabra, carne de cochino, papas y postres variados hechos para la ocasión.
Así se llega a la tarde, entre conversaciones, risas, y alguna que otra nota, arrancada al viejo timple que cuelga de una de las paredes de la bodega.
La imagen de San Andrés que ha presidido, fuera de la pequeña capilla y colocado sobre las andas todo el festejo, se prepara para la procesión. El recorrido será por los alrededores de la bodega, acompañada de algún sonoro "volador" y vivas al Santo.

Ya bien entrada la noche la fiesta va llegando a su fin.

El aire frío que bajaba de la cumbre, hizo que cogiera un buen resfriado. Pero valió la pena.

¡VIVA SAN ANDRÉS!