viernes, 24 de febrero de 2017

EL "FANTÁSTICO" PAISAJE DE LOS DESRRISCADEROS

No, no es obra de Gaudí,  ni un paisaje fotografiado en un viaje interestelar. Es una creación de Doña Naturaleza.

Estamos en el Espacio Protegido de Los Desrriscaderos, en Granadilla de Abona.  Este es un paisaje pumítico, originado por erupciones explosivas que ocuparon grandes áreas del sur de Tenerife.

En nuestra caminata transitaremos por el barranco de Las Monjas y de La Mula, dentro del Espacio Natural citado anteriormente.

A nuestro paso nos encontramos con una antigua cantera hoy en desuso pero de la que décadas atrás se sacaban bloques, los famosos bloques blancos del sur.


Ya en el mismo cauce del barranco nos hallamos con la típica vegetación del piso basal: tabaibas, cardones, balos, aulagas y algún que otro "rabo de gato" que está empezando a colonizar esta zona.
Se nota que este año las lluvias han sido muy escasas por aquí, ya que todas estas plantas, aunque adaptadas al medio, están bastante raquíticas.

En estos barrancos sureños se practicó la trashumancia hasta bien entrada la década de los cincuenta del pasado siglo. Aquí, un artículo muy interesante de Juan Capote, extraído de la revista Pellagofio.


EXPULSADOS DE MUCHOS SITIOS SIN BASE CIENTÍFICA

Por Juan Capote
(Investigador del instituto Canario de Investigaciones Agrarias en Valle de Guerra, Tenerife)

Hasta hace relativamente poco tiempo, en todas las islas montañosas de Canarias existía el pastoreo de cumbre a costa. Los rebaños se trasladaban en invierno a cotas bajas (costa), donde hacía más calor y crecía antes la hierba. Aquí las cabras adquirían la plenitud de sus facultades lecheras: habían acumulado reservas en los meses de secado y la digestibilidad del pasto, junto con un clima suave pese al invierno, les permitía expresar condiciones de altas productoras. Además, parían y con su leche se elaboraba el queso en cuevas que el intermediario pasaba a recoger.
Al irse agotando los pastos costeros, los animales emprendían un camino hacía la cumbre que a veces se detenía por un tiempo en medianías. Allí, por el frío, las plantas retrasaban su desarrollo y aún conservaban un buen nivel nutritivo cuando llegaban los ganados. Nuevamente en cuevas, se hacían los últimos quesos de la temporada y se soltaban los machos con la libido en su máximo desarrollo. La producción lechera descendía paralelamente al ardor cabruno, pero los animales seguían en el monte, incrementando sus reservas corporales para la siguiente lactación.
100% de mortalidad
Al final de este período, la dieta era arbustiva y, en algunos casos, basada prácticamente en codesos (Adenocarpus viscosus), cuya composición bioquímica producía una elevada mortalidad perinatal en los cabritos. En La Palma casi el 100 % de esas crías acodesadas morían al poco tiempo de nacer, circunstancia que conocían perfectamente los cabreros y que aceptaban, ya que estaban dispuestos a ese sacrificio a cambio de tener unas cabras bien alimentadas y en perfectas condiciones para iniciar la producción. En esos casos, una parte del rebaño (o todo, en años alternos) se reservaba para producir chivitas viables que, cuando se destetaban, pasaban a la “veta” (un lugar de difícil acceso, en la cumbre o en la costa, donde se recriaban solas porque se les impedía la salida).
Los cabreros sabían perfectamente hasta qué punto un pasto podía mantener al rebaño y que número de animales era el adecuado. Y lo que es más importante, sabían cuándo debían retirarse para poder aprovecharlo de la mejor forma al siguiente año. Sin duda, la composición vegetal de los espacios pastoreados se transformó con la llegada de los animales hasta alcanzar un nuevo equilibrio que incorporaba, dentro del sistema, a las cabras. Pero también los animales se transformaron adaptándose al medio: son curiosas las coincidencias que existen entre las cabras palmeras y las del sur de Tenerife en cuanto a peso, conformación equilibrada y globosidad de las ubres, características que las adecuan para desenvolverse en un medio a veces extremadamente abrupto y que las diferencian de otros genotipos más o menos cercanos, como las norteras o las majoreras
Esta forma de pastoreo proviene de los aborígenes. Así lo demuestran las investigaciones arqueológicas y las pautas de comportamiento agro y silvopastoril recogidas por antropólogos. Se trataba, en suma, de hacer un uso rotacional de las superficies susceptibles de ser pastoreadas, que los primitivos habitantes de nuestras islas manejaban con la máxima eficacia. Tras la llegada de los europeos la costumbre se seguía manteniendo con los antiguos aborígenes (los mejores conocedores del medio) como siervos de los conquistadores. Pero pronto empezaría a ser fuertemente limitada: primero, los pastores fueron expulsados de medianías donde estaban las mejores tierras de cultivo; con posterioridad, los eliminaron del monte supuestamente para “proteger” los espacios naturales; finalmente, fueron segregados de la costa cuando se inició el llamado “desarrollo” turístico.
Gran pérdida
La creación de los espacios naturales protegidos asestó un golpe casi definitivo a la trasterminancia (o trashumancia) de cumbre a costa. Las autoridades del momento, sin base científica alguna y, por supuesto, sin contar con los ganaderos, decidieron que había que eliminar una convivencia entre animal y medio de 2.000 años porque era “perniciosa”. Y en esa época las decisiones administrativas no se discutían, por lo que los cabreros finalmente fueron expulsados de muchos sitios y tratados con métodos contundentes cuando la necesidad les llevaba a burlar las normas.
En los últimos años el pastoreo de cumbre ha desaparecido también en la isla de La Palma como consecuencia de la dureza de esta actividad. La extinción de estas pautas silvopastoriles representa una gran pérdida. Es por eso que el libro escrito por Talio Noda sobre las mismas y el magnífico documento gráfico realizado por Jorge Lozano y Loló Fernández en 1992 constituyen hoy testimonios imprescindibles.

Podemos ver todavía algunas infraestructuras agrarias en las partes más anchas de los barrancos como: canteros donde se cultivaban los tomateros y hoy apenas se distinguen entre la maleza, las paredes de piedra  seca que aún se mantienen en pie.

Canales de riego.

Pequeñas presas, hoy colmatadas o literalmente rotas.

Esta parte del barranco es prácticamente llana con piedras redondeadas por la erosión del agua y con muchísima arena. Por otros sitios, en cambio, asoma la roca del suelo.

Desde las laderas podemos ver el paisaje agreste y árido de esta parte del sur de Tenerife y los conos volcánicos de las montañas de Ifara, Los Riscos y de Montaña Gorda.

Un lugar muy interesante y bastante desconocido de nuestra isla de Tenerife.

sábado, 4 de febrero de 2017

Chimeneas (arquitectura tradicional canaria)


Chimenea. Arico Nuevo.

Chimenea: Casona de la Rambla de Castro. Los Realejos.

Chimenea: Icod de los Vinos.

Chimenea: Güímar.


Chimenea: Vilaflor


Chimenea: Arico Nuevo

 Chimenea: Arico Nuevo 

Chimenea: El Socorro. Güímar