miércoles, 9 de marzo de 2011

Sendero: Mirador de El Santo (Arure) - Taguluche. La Gomera



Este sendero lo empezamos en Arure, concretamente en el mirador de El Santo, que por cierto está en obras, lo están remodelando.
Tras atravesar el arco que está a la entrada del mismo, nos encontramos con una manada de cabras que pastan sobre los riscos. Algunas son jóvenes (baifas) y saltan sin cesar.... mordisquean por todos lados y a veces se suben casi se diría que por capricho, a los lugares más difíciles para coger simplemente un pequeño brote.



Desde el mirador tenemos una vista panorámica espléndida, casi, casi, aérea de Taguluche.
Las pequeñas casitas del pueblo se extienden en el fondo de un profundo barranco, que ahora está cubierto por un manto verde de hierba. Destacando las palmeras que se encuentran por millares.
Allá al fondo, el mar.



Comenzamos a andar, el sendero pasa al lado de la ermita.



En algunos bordes del camino hay pinos plantados décadas atrás.



Muy cerca de aquí nos encontramos con una bifurcación: si seguimos de frente llegaremos a Alojera pero este sendero ya lo hicimos años atrás, así que el que toca hoy es el de la izquierda el que nos conducirá a Taguluche.



La vegetación está exuberante: inciensos, tabaibas, verodes.... Está todo tan bonito gracias a las copiosas lluvias caídas este invierno.



La primera parte del sendero es bastante vertiginoso pasando por unos tramos muy inclinados y practicamente colgados sobre el precipicio.





La estrecha vereda sigue descendiendo dando mil vueltas. Bajo una repisa en un lugar sombrío vemos unas ovejas que pastan o descansan tranquilamente.



A veces miramos hacia arriba y contemplamos las paredes casi verticales por las que hemos pasado.





Poco a poco el desnivel se va suavizando. Un pequeño reducto de hayas y brezos mezclados con algunas palmeras forman ahora parte de la vegetación para dar paso un poco más abajo a los primeros terrenos agrícolas y a algunas casas dispersas.







El pueblo está bastante recuperado. Las pequeñas casitas que años atrás quedaron deshabitadas por el abandono de sus vecinos en busca de una "vida mejor" han sido muchas de ellas rehabilitadas. Generalmente son de una sola planta con tejado a dos aguas aunque también hay algunas con azoteas. Alrededor de ellas los pequeños huertos con frutales y hortalizas y lo que no puede faltar: un patio con flores.









La tranquilidad lo envuelve todo. No hay prisas. Aquí se vive a otro ritmo.
Nos dirigimos a la parte baja del pueblo. Allí bajo las palmeras esperamos con calma la puesta de sol....



Valió la pena....

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