martes, 21 de junio de 2011

Premio para "Rincones del Atlántico"

El pasado viernes 17 de junio Rincones del Atlántico recibió en Los Silos el premio “Piedra de los cochinos” 2011 en las IV Jornadas Medioambientales de La Isla Baja

Aquí está el discurso que pronunció Daniel Fernández Galván, director de "Rincones del Atlántico"

Muchísimas gracias Santiago, Juanjo y a todos los miembros del jurado del premio por haber pensado en Rincones del Atlántico, es un honor recibirlo.

Gracias por este reconocimiento que tiene un valor muy especial al venir desde un sitio tan cercano y querido como es la Isla Baja y que tanta importancia a tenido para que el germen de Rincones poco a poco se fuese modelando y llegase a hacerse realidad. Este premio es para todas las personas que hacen esta publicación, que son muchas, tantas que ya no cabían en los agradecimientos. Personas de todas las islas y algunas otras que viven fuera de ellas y sin las cuales no existiría Rincones y por lo tanto yo no estaría hoy aquí.

Son estas personas, junto a los lectores, los verdaderos artífices, quienes se vuelcan en cada número y contribuyen con su esfuerzo, su tiempo, un bien tan escaso en nuestros días, y sobre todo con su cariño, ilusión y generosidad, a que año tras año (a veces año y medio), pueda ver la luz un nuevo número de Rincones.

Este premio, cuyo nombre peculiar deja un poco descolocadas a las personas que lo oyen por primera vez, tiene un sabor agridulce, pues fue creado tras un suceso muy doloroso, y creo que esta es su razón de ser, honrar la memoria y que nunca olvidemos el día en el que unos jóvenes amantes de la naturaleza, que se reunieron para disfrutar y pasar el día recorriendo los senderos de los verdes y hermosos barrancos de este municipio, perdieron la vida por el trágico e impredecible azar, pero sobre todo –pues si no nunca habría ocurrido– por la irresponsabilidad de los propietarios de una galería, quienes incapaces de pensar en las consecuencias de sus acciones, permitieron que el acceso a esta peligrosa galería estuviese abandonado y abierto; y a la negligencia e indiferencia de las administraciones que tienen las competencias en este tema y que deben velar por la seguridad y el cumplimiento de la ley.

Que ninguna administración pública haya asumido más de cuatro años después ninguna responsabilidad en un accidente que costó la vida a seis jóvenes y causó heridas a otros muchos, es una muestra del desinterés y la falta de sensibilidad de una buena parte de la clase política de estas islas por el futuro y por la integridad de sus habitantes así como por el cuidado y la protección de su paisaje y de su patrimonio.

Esperamos que la justicia realice bien y pronto su cometido, depurando las responsabilidades de este lamentable suceso, y esperamos también que se hayan adoptados todas las medidas necesarias de seguridad para que nunca más vuelva a ocurrir algo parecido en ningún lugar del archipiélago.

Así que dedicamos este premio a la memoria de Ginés, Estefanía, Javier, Maurizio, Juan Luis y Eduardo, que su recuerdo permanezca vivo como seis luces que iluminan el camino de la responsabilidad, la eficacia y el servicio a los ciudadanos, que es como debería ser, y también a nuestro amigo Santiago Alemán, tío de Ginés, magnífico artista y colaborador entusiasta de Rincones, con quien hablé ayer y que aunque pasa por un momento delicado, estoy seguro que con su fuerza y coraje logrará superarlo.



Bastantes personas amigas de Rincones me comentan con cierta frecuencia, que los reconocimientos, cuando vienen, vienen de fuera ya que aquí no se aprecian las cosas que se tienen. Sabemos que el refrán de que “nadie es profeta en su tierra”, en nuestras islas, por desgracia, es de cotidiana aplicación, por eso este premio tiene además este gran valor añadido. Desde que salió el primer número, a finales del año 2003, ya nos pudimos dar cuenta de la enorme sed que teníamos en las islas de publicaciones relacionadas con la difusión y la defensa de nuestro paisaje y patrimonio, que al mismo tiempo tuviesen numeroso material gráfico y cierto cuidado en la parte estética. Se agotó pronto y así empezó a crecer el número de personas fieles que cada año esperan con impaciencia que salga el siguiente. Gracias a todas ellas, pues sin su apoyo, su fidelidad, la difusión que hacen a través del boca-oreja, Rincones no habría pasado de ser una anécdota más en el panorama, grande pero efímero, de las publicaciones culturales canarias.
Eran momentos en que la vorágine desarrollista y depredadora del territorio estaba en pleno apogeo, en estos momentos atenuada por circunstancias que todos conocemos, pero muchos políticos parecen no aprender y seguir con la huída hacia delante, es decir, derechos hacia el cada vez más cercano abismo (léase ley de medidas urgentes, infraestructuras desproporcionadas e innecesarias para nuestro pequeño territorio y continuar con el crecimiento y la dependencia del turismo de masas). Como decía, por eso nace Rincones del Atlántico en aquellos años no muy lejanos, como una necesidad, un S.O.S., con grandes dosis de esperanza e ilusión y gracias a la colaboración y participación desinteresada de muchas personas sensibles, enamoradas de esta tierra y cuyo sentir aún no ha sido apagado por el escepticismo y la indiferencia.

Y con voluntad y tesón, con constancia, y sobre todo por la necesidad de colaborar en construir, en la medida de nuestras pequeñas posibilidades, un mundo mejor; y siempre desde una perspectiva cultural, humanista, ecológica, ética y constructiva, observando lo local y siempre pensando en lo global, en el planeta, en el ser humano y en todos los demás seres que lo pueblan. Este es el espíritu que nos anima y por el que: almendros, castañeros, pinos, dragos y palmeras; nuestro omnipresente atlántico; la tierra fértil que alimentó a nuestros antepasados; ellos y ellas, que nos dieron su sangre y el fruto de su trabajo, de sus luchas y de sus voces que nos hablan y cuentan tantas historias si nos acercamos a escucharlas; las viviendas que habitaron, hornos, eras, salinas… construidas con sus manos y con los materiales que esta tierra generosa les regalaba; las montañas, las playas, los valles y barrancos, todos ellos: observándolos, escuchándolos, sintiéndolos, nos dicen cual es la senda que debemos seguir.

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