sábado, 20 de diciembre de 2008

Las ventas de antaño

Hoy en dia vivimos para ganar dinero y consumir.

Usar y tirar. Unas veces porque fabrican las cosas con una calidad pésima, para tener que reponerlas de nuevo al poco tiempo; otras en cambio, son las modas las que imponen la duración del producto. El caso es no parar la maquinaria que sostiene a esta sociedad capitalista.
Con tanto consumo estamos generando un daño irreversible a nuestro Planeta, no solo por la cantidad de materias primas que se necesitan sino por la gran masa de basuras que todo este tinglado genera.
Antes en los pueblos pequeños como Arafo, se vivía muy bien.
Una gran mayoría de familias se dedicaba a la agricultura. Y si no, por lo menos cada casa tenía un huerto familiar, del que se obtenían verduras, hortalizas y las papas, tan importantes en la dieta isleña. Las había blancas "Up to date" o las "King Edward", estas palabras inglesas por deformación dieron lugar a los canarísmos: papas de "utodate" o "quineguas".
Los frutales también jugaban un papel importante en las economias araferas, en el otoño, naranjas, guayabos, castañas, almendras... el níspero en invierno, a finales de primavera y verano, las ciruelas, duraznos, damascos, uvas, higos picos y de leche...
Al lado de la casa había un espacio para los animales, eran" los goros" allí había cochinos, cabras, gallinas, conejos... Y como no, un animal de carga: un burro, mula o caballo. De estos animales no solo se obtenía alimento o transporte, sino el estiércol, tan importante para el abonado de las tierras.
El resto de cosas se compraban en las pequeñas ventitas de pueblo.
En Arafo había una o varias en cada barrio. Yo puedo hablar de la zona centro-baja del pueblo. Allí estaba la venta de Angelina y Justo que con el tiempo heredaría su hija Efigenia y Néstor, su marido. Otra era la de Nivaria y Paco y por último la de María Antonia.
La venta de María Antonia era pequeñita. Frente a la puerta estaba el mostrador de madera con una pesa. Al lado el papel de estrasa que servía para envolver cualquier cosa. Detrás unas estanterías de madera con algunos enlatados: leche condensada "Cuatro vacas", sardinas en aceite, velas, galletas, chocolate "la Candelaria" o "Nivaria", paquetitos de té... y bajo estas una especie de cofres con tapa que servían para guardar los garbanzos, lentejas, arroz y otros granos.También se podían encontrar" lonas" o alpargatas, sombreros...
El papel de estrasa aquí era uno de los protagonistas; que si un kilo de azúcar, el papel sobre el plato de la balanza y con una palita le iba echando el azúcar hasta completar el kilo. Luego con una precisión fuera de lo normal hacia un paquetito del que no se escapaba ni un grano.
Las aceitunas las traían en garrafones a granel y utilizaban también el papel, pero ahora en forma de cucurucho.
Finalmente la compra se metía en un bolso o cesto, nada de bolsas de plástico, y... a casa.
Años más tarde Néstor y Efigenia, compraron la primera nevera y con ella el abanico de productos se amplió, el pescado congelado le empezó a hacer competencia a " las candelarieras" que subían diariamente en la guagua o incluso andando desde Candelaria, con una cesta llena de pescado fresco: sardinas, caballas, chicharros, viejas... aunque al principio la gente era un poco reacia al consumo del pescado congelado al final acabó por imponerse.
Recuerdo también los primeros yogures o los polos de hielo que valían una peseta. El jamón cocido o el queso amarillo. Tantos productos que hoy son tan cotidianos y que antes eran totalmente novedosos.

¡Qué tiempos aquellos!...aquellas ventitas de antaño...


Casa donde estaba la venta de María Antonia.

1 comentario:

  1. Yo recuerdo la venta de Nilo y de Elfa con cariño. Se llama nostalgia y es un sentimiento de lo más natural, sobre todo si lo ponemos frente a frente con lo que tenemos hoy: más de todo pero con menos encanto. Es la consecuencia de una sociedad que está terminando de devorar al "individuo" y de digerirlo en un maremagnum de burocracia.

    Bienvenidos los avances sociales, pero que nunca nos hagan perder nuestra individualidad.

    ResponderEliminar