La patria es una roca,
la patria es una fuente,
la patria es una senda y una choza.
Mi patria no es el mundo;
mi patria no es Europa;
mi patria es de un almendro
la dulce, fresca, inolvidable sombra.
A veces por el mundo
con mi dolor a solas
recuerdo de mi patria
las rosadas, espléndidas auroras.
A veces con delicia
mi corazón evoca,
mi almendro de la infancia,
de mi patria las peñas y las rocas.
Y olvido muchas veces
del mundo las zozobras,
pensando de las islas
en los montes, las playas y las olas.
A mi no me entusiasman
ridículas utopías,
ni hazañas infecundas
de la razón afrenta, y de la historia.
Ni en los estados pienso
que duran breves horas,
cual duran en la vida
de los mortales las mezquinas obras.
A mi no me conmueven
inútiles memorias,
de pueblos que pasaron
en épocas sangrientas y remotas.
La sangre de mis venas,
a mi no se me importa
que venga del Egipto
o de las razas céltica y godas.
Mi espíritu es isleño
como las patrias rocas,
y vivirá cual ella
hasta que el mar inunde aquellas costas.
La patria es una fuente,
la patria es una roca,
la patria es una cumbre,
la patria es una senda y una choza.
La patria es el espíritu,
la patria es la memoria,
la patria es una cuna,
la patria es una ermita y una fosa.
Mi espíritu es isleño
como las patrias costas,
donde la mar se estrella
en espuma rompiéndose y en notas.
Mi patria es una isla,
mi patria es una roca,
mi espíritu es isleño
como los riscos donde vi la aurora...
Nicolás Estévanez Murphi
domingo, 7 de diciembre de 2008
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