Salimos de Salamanca y llegamos hasta el Alto de La Canda, límite entre las provincias de Zamora y Orense.
La gente en verano huye de hacer esta ruta. Es bastante dura. Suele hacer bastante calor, discurre por tierras muy descampadas con poca vegetación, por lo tanto sin sombra, y los pueblos están por lo general lejos unos de otros, así que no tienes otra opción que hacer etapas de muchos kilómetros para encontrar un albergue donde quedarte.
Aún con todo esto, fue una muy buena experiencia, y más para nosotros que ya tenemos metido el gusanillo de andar.
Empecemos.
Llegamos a Salamanca en tren desde Madrid, a las tres de la tarde aproximadamente. Parecía una ciudad desierta. Pero... ¡quién se atreve a salir de sus casas con este calor!. Nadie.
Lo primero que hicimos fue ir al albergue que se encuentra muy cerca de la Catedral Nueva, al lado de un pequeño parque que tiene el nombre de " El jardín de Calixto y Melibea" , Los protagonistas de "la Celestina", como se sabe esta novela atribuida a Fernando de Rojas, se
desarrolla en Salamanca.
El hospitalero era un señor mayor, francés. El había hecho ya este camino y nos dió bastante información. En el albergue no había muchos peregrinos. Un matrimonio polaco, otro andaluz, un inglés, un italiano, un alemán, un sevillano y nosotros, tres araferos.
Por la tarde, estuvimos paseando por Salamanca, el ambiente era ya, totalmente distinto al de nuestra llegada, sobre todo en la Plaza Mayor y alrededores. Muchísima gente joven, españoles y extranjeros que aprovechan el verano para hacer cursos y perfeccionar el español.
Intentamos comprar unos sombreros pues como siempre, tiene que faltar algo, se nos olvidó meterlos en la mochila. Pero como digo intentamos, porque no los conseguimos: o no había o eran muy caros.
A partir de ahora y mientras estemos en el camino, toca madrugar. Así lo hicimos al día siguiente. Cuando salimos del albergue aún era de noche. Ahora en las calles, algunos operarios del ayuntamiento están atareados en dejar la ciudad de nuevo, reluciente. Tras la movida de la noche.También había por allí, algunos trasnochados que todavía vagabundeaban por las calles y plazas.
Enfilamos por la calle Zamora y poco a poco vamos dejando atrás la ciudad. Pasamos por una chatarra que tiene colocado como reclamo un viejo avión de medidas considerables al que no dudamos en fotografiar.
Muy cerca de ahí el estadio de Fútbol "Helmántico", después ya campos de trigo y el primer pueblo: Aldeaseca de Armuña, pueblo que se ve ha crecido mucho ultimamente, para convertirse en un pueblo dormitorio, de los que tanto abundan al lado de las grades ciudades. "Vivir en el campo pero cerca de la ciudad"
Entramos en una pequeña tienda, de esas de pueblo, que tienen de todo, para avituallarnos de algo de comida. Pero oooh.. que ven mis ojos, sombreros. Nos compramos tres a 1,50 euros. Problema resuelto.
Abajo la foto de "El bueno, el feo y el malo"
Seguimos caminando por campos de cereal, el terreno es llano, con alguna que otra subidita.
Llegamos a Castellanos de Villiquera, sin haber encontrado ningún peregrino. Decidimos comer algo para reponer fuerzas. El sol ya está alto y el calor aprieta.
Después del reparador descanso, seguimos caminando, siempre entre campos de cereal.
En algunos sitios ya están con la siega. Las grandes máquinas realizan el trabajo. Y nosotros, no podemos dejar de pensar en lo duras que tenían que ser, hace solo unas décadas todas estas tareas campesinas.
En Calzada de Valdunciel, una amable vecina nos dice donde queda el albergue. Por unanimidad decidimos quedarnos. Es la primera etapa y no conviene abusar de los kilómetros, para llegar al próximo pueblo tendríamos que recorrer 20 km más y con el calor que hay no nos arriesgamos.
El albergue está muy bien, casi parece una casa rural, de momento es para nosotros solos.
Ya por la tarde llegan tres peregrinos vascos en bicicleta (bicigrinos) hablamos un rato y a dormir.
Por la mañana toca madrugar. Salimos casi de noche. El camino que nos encontramos está lleno de maleza, se ve que los peregrinos que nos han precedido han cogido la carretera, y en parte hubiera sido mejor, este tramo hasta El Cubo de la Tierra del Vino está en muy malas condiciones, por las obras de la autopista "La Vía de la Plata". Como podemos llegamos a la carretera y decidimos seguir por su arcén, de todas maneras casi no hay otra alternativa. Esta carretera la N-630, tiene mucho tráfico, sobre todo grandes camiones que vienen de Galicia. estos 20 km se hacen interminables, apenas hay sombra, y el ruido y el aire que originan los camiomes a su paso nos tienen locos.
Por fin vislumbramos el pueblo, el primer pueblo de la provincia de Zamora. Los viejos dicen que los burros cuando iban a llegar a su casa aunque fueran muy cansados corrían para llegar cuanto antes. A nosotros nos pasó igual.
Lo primero que hicimos fue entrar en un bar y pedir una cerveza fresca, agua y una tapa. Todo por tres euros. Superbarato.
Ahora aquí el dilema, nos quedamos o seguimos. Después de pensarlo un rato decidimos que... ¡p´alante!.
Después del Cubo de la Tierra del Vino se atraviesa una dehesa: encinas y plantas aromáticas conforman, ahora el paisaje.
También nos acompaña por el lado derecho una vieja vía de tren abandonada. Seguimos el camino sorprendiéndonos con el paisaje tan diferente al de nuestras islas.
Caminamos, ahora, entre extensiones y extensiones de cereal. Me gusta. A veces la presencia de un árbol solitario entre tanto amarillo da una nota curiosa al paisaje. También se dejan ver ya algunas viñas.
El invierno y primavera fueron bastante lluviosos y aún quedan en algunos sitios charcas más o menos grandes formadas por el agua de la lluvia.
Llegamos a un sitio espectacular. Delante de nosotros hay un extenso valle lleno de colorido, todo parece geometricamente trazado, trozos verdes de viñas, contrastan con el amarillo del cereal. Pequeños pueblos apiñados surgen en medio de la llanura . Es una imagen preciosa, un cuadro.
Comenzamos a bajar.
El camino por aquí es bastante arenoso y se nos entierran los pies.
Por fin, un miliario moderno nos informa que ya estamos cerca de Villanueva de Campeán.
Desde la entrada podemos ver las ruinas del monasterio del Soto.
Nos encontramos con un hombre en su tractor, le preguntamos por el albergue, el hombre es hablador y entabla con nosotros una conversación. Nos dice que el mismo nos acompaña a casa de la señora que tiene las llaves.
Esta mujer nos conduce al albergue. Una casa del pueblo rehabilitada recientemente. Está muy bien, pero nos damos cuenta de que el termo no funciona. Uff, creo que nos vamos a tener que bañar con agua fría, pienso. Pero no, la señora, ocupó a un vecino del pueblo que era fontanero y este hace un apaño para que nos podamos bañar. Al día siguiente ya compraría la pieza nueva y lo arregaría bien. Se lo agradecemos. Eso si es hospitalidad.
De momento estamos solos. Pero al rato llega un bicigrino gallego. Hablamos un rato y nos vamos todos juntos a cenar al bar del pueblo.
Después de un sueño reparador, nos levantamos en silencio, para no despertar a Luis, el peregrino, que como va en bicicleta sale más tarde.
Como siempre, empezamos a caminar apenas clareando el día. La mañana está fresca. El paisaje sigue siendo como ayer, campos de trigo, pequeños cuartos de aperos cada uno con su pozo, cigüeñas picoteando en los campos recien segados...
Miramos al cielo, parece que amenaza tormenta, intentamos caminar más deprisa, pero no nos escapamos de unas gotas, menos mal que solo queda en eso.
Más adelante nos encontramos con un señor, que según nos cuenta sale todos los días a andar. Hablando con él entramos en Zamora.
Seguirá...