viernes, 8 de julio de 2016

Un paseo por el Monte del Agua. Teno

Estamos en el Monte del Agua. Vamos a dar un paseo por una antigua pista forestal que hoy es solo transitada por caminantes puesto que está cerrada al tráfico.
El Monte del Agua es un monte de laurisilva. Hace unos 65 millones de años estos bosques ocupaban amplias regiones del planeta. A lo largo de este tiempo, se fueron produciendo múltiples episodios tanto geológicos como climáticos que provocaron la extinción de muchas especies. La laurisilva se fue adaptando a los cambios aunque, eso si, reduciendo su habitat.
Estos bosques se extienden hoy por Azores, Madeira, Canarias y Cabo Verde. Como curiosidad decir, que algunos fósiles encontrados en Europa pertenecen a las mismas especies que viven hoy en el Monte del Agua.

Una variada multitud de plantas conviven en perfecta armonía, desde los más elementales líquenes hasta los viejos y retorcidos árboles.

Esta vez la niebla, formada por la humedad traída por los vientos alisios, hace el paisaje aún más mágico y misterioso.

Dentro de este bosque se forma un microclima caracterizado por tener mucha humedad y una temperatura suave y estable. Este monte siempre verde  está formado mayoritariamente por árboles de la familia de los laureles ( tilo, barbusano, laurel, acebiño, viñátigo...) de ahí su nombre.

Si nos paramos y agudizamos los sentidos podemos escuchar el silencio que a veces es interrumpido   por el aleteo o el canto de algunas aves que viven en este paraíso, como la paloma rabiche o la turqué, los camineros, los herrerillos, los canarios, etc.
También podemos notar la ligera brisa que hace bailar las hojas de los árboles y nos refresca en la caminata.
La tierra siempre húmeda y la descomposición de las miles de hojas que año tras año van cayendo de los árboles, hacen un suelo fértil, lleno de vida.
Intentamos respirar despacio, conscientemente, inhalando todo ese aire y llevándolo hasta la última célula de nuestro cuerpo...
Nuestros antepasados los guanches, que no practicaban la agricultura, o también en épocas de escasez más cercanas a nosotros, muchos, se alimentaban de los frutos que recogían en estos montes como el del mocán o el del madroño.

A veces, emociona tanta belleza y no puedes expresarla con palabras.

Los bordes del camino están llenos de flores y helechos y muchas de estas plantas son endémicas.
En las fotos podemos ver el hipérico y la cresta de gallo.

Las piedras redondeadas por la erosión y los troncos de los árboles son colonizados por musgos y líquenes.

Mientras que el suelo lo cubren miles de hojas y también en esta época algunas florecillas...

El monte no tiene un orden aparente pero en algunos casos parece un auténtico jardín diseñado por expertos.

¡Cuánta variedad de paisajes tenemos en nuestra isla!