Viví un tiempo donde el alcalde se arremangaba y se ensuciaba igual que el resto del pueblo para solucionar cualquier evento, problema o nota discordante en la comunidad, en la familia, en el pueblo. También conocí al Juez, hombre honrado, sabio, y muy humano, sabía hacerle entender, a quien se había equivocado, su error y además el errado aceptaba gustoso la enseñanza y se mostraba agradecido. También conocí dos enormes monstruos de hierro, dos tractores del sindicato, los cuales se utilizaban para todas las labores de todas las viñas de todo el pueblo y siempre estaban trabajando los dos monstruos y los dos conductores responsables.
Además éstos, daban instrucciones a los payeses sobre estado general de todas las fincas.
También conocí un cura que se dedicaba a entretener y enseñar su doctrina a los niños y niñas, liberando así a los padres, pudiendo éstos entregarse al trabajo diario a fin de conseguir el alimento y el avance del pueblo. Los payeses, la primera fruta que había, se la traían a los niños, no era para ellos, no, ellos preferían la sonrisa de los niñ@s. Entre el cura y el maestro nacional (Buenos días, Sr …) se encargaban de tal menester, además siempre se sonreían.
Cualquier padre era padre, no era mi padre pero mandaba igual que mi padre y yo debía de obedecer. Esos hombres cuando daban su palabra, era su palabra, era ley, quién era capaz de faltar a su palabra? Eso era lo peor, ya no había más allá.
Las reuniones para hablar de los problemas del pueblo se hacían más seguidas y con menos lujo, a veces incluso bajo la pequeña lluvia, (eso no importaba, lo que importaba era la solución al problema planteado), de la lluvia grande, de esa si se preocupaban, incluso tiraban petardos a la nube para recordarle a ésta, que lo hacía mal.
La gente, todo el pueblo, tomaba el fresco en la calle, allí se conversaba, se intercambiaban cosas, conocimientos, proyectos, idioteces y alguna palabra de amor, la gente se reía, se enfadaba, conversaban como habían solucionado esto o aquello, se pasaban remedios de plantas, de cataplasmas y ungüentos.
Cuando el hombre despertaba, orinaba, se lavaba la cara, daba de comer a los animales, mientras la esposa (previa limpieza cutánea) preparaba el almuerzo y la mesa, donde cada cual tenía su sitio, era la manera de mostrar la jerarquía dentro de la familia.
Policía no había, y para qué? Si cada hombre y cada mujer sabía respetar, además cada hombre tenía su arma, entonces él podía defenderse de las agresiones externas, todo el pueblo era un soldado, en caso de peligro todos se unían con muy poco tiempo, no había estrategas, simplemente lo sabían.
En cuanto a esto, a las armas, es mejor que las armas las tenga el pueblo, no el estado.
Cuando había que recoger la cosecha, se analizaba primero la viña más madura y por esa se empezaba y todos a empezar por la primera y a terminar por la última, se trabajaba, se reía, se comía (muy bien, por cierto) se compartía, y además se hablaba de la chica esa, la del pueblo vecino.
También había pajares, donde les aseguro, que ningún spa les dará esos aromas. Podía beber de cualquier rio o riera, Dios que buena era esa agua, te sentías bien, te llenaba, y ese frescor que te daba.
Tenias la verdura, la fruta, los cereales, la carne, el pescado, el aceite, el vino, sal no, se compraba a otro pueblo, si, el fertilizante, también, así se le daba mayor y mejor alimento a la madre, a la madre tierra. Ésta reciclaba todos los purines del pueblo.
Todo esto pasó, llegaron los alcaldes que se empezaron a subirse el sueldo, retiraron las armas del pueblo, crearon las policías, los jueces (por academia, no por sabiduría). Además, en otros pueblos hicieron lo mismo, y también se crearon más organismos oficiales y cada vez vinieron diciendo que las órdenes vienen de más allá, cada vez más lejos de mi pueblo.
Desde que Vds. se auto instalaron, se metieron en toda ésta vorágine de amiguismo, miedo, corrupción y paranoia, el pueblo ha dejado de sonreír, ha dejado de compartir, ha aceptado su tiranía y se ha callado, además, no podemos beber del rio.
No pidieron nunca permiso a los ancianos venerables para poder entrar en el pueblo, no supieron respetar, les gusta avasallar, de donde viene tanta prepotencia? Quién les da el poder? De quién creen que proviene ese poder?
En este espacio de tiempo ha ocurrido todo esto, ya han demostrado lo inútiles e ineptos que son, no solo para anticipar (eso es ciencia-ficción para Vds.) sino para resolver los problemas cotidianos, cabe mencionar que para colmo nos salen muy caros, no podemos estar pagando tanto, tampoco queremos tantos psicópatas asesinos.
Cabe que nos planteemos otro sistema de vida, ahora tenemos la evidencia que éste no funciona, está tan agujereado como un queso de Gruyere.
No hay comentarios:
Publicar un comentario