La ampliación y mejora de esta vía ha acabado con ellas. Es verdad que la carretera necesitaba algunos arreglos, pues sobre todo cuando llovía era un peligro circular por ella, por los contínuos deslizamientos y salidas de la calzada de los vehículos, pero seguro que había alguna otra alternativa para conservar estos árboles y no machacar más nuestro entorno.
Llegar a la recta de Cataño y encontrarte con el verdor y la frescura de las pimenteras era todo un lujo.
Las obras continúan y aún quedan algunos de estos emblemáticos árboles sin cortar.Ya veremos lo que van a hacer con ellos.
Estas fotos fueron sacadas esta misma mañana:
Me ha venido a la cabeza, estos fragmentos de un libro de Toti Martínez de Lezea, en los que los habitantes de un pueblo del bosque en Navarra, le pedían perdón al árbol antes de talarlo. Dicen así:
Los dos caminaron en silencio durante un buen trecho hasta llegar a la pequeña explanada de un bosque en la que podía verse a cuatro hombres delante de un enorme roble. Oriol fue a decir algo, pero el muchacho se giró y le indicó que guardara silencio, despues se detuvo y él hizo lo mismo. Contemplaron silenciosos a los hombres que, con los torsos desnudos, se disponían a talar el árbol.
El mayor de los cuatro se quitó la gorra de piel de oveja e inclinó la cabeza ante el árbol cuyas ramas superiores no podían apreciarse desde el suelo, siendo a continuación imitado por sus compañeros.
-Perdónanos porque vamos a derribarte -musitó, antes de colocarse de nuevo la gorra, asir el hacha y dar el primer golpe.
Durante media mañana, los cuatro leñadores se turnaron en la labor de dos en dos. En el silencio del bosque, únicamente se escuchaba, uno tras otro, un grito, un jadeo, seguido del sonido seco de la hoja hiriendo la madera. Mientras duró la tala el chico y el caballero se mantuvieron a la expectativa. En algún momento, el hombre intentó aproximarse a los leñadores, pero su joven acompañante lo retuvo por el borde del tabardo.
-No te acerques -le rogó, casi ordenó, en un susurro-. Trae mala suerte interrumpirles.
-¿Por qué le han pedido perdón al árbol? -preguntó con aire resignado al tiempo que se sentaba en el suelo-. ¡Sólo es un pedazo de madera!
-¡No lo es! -respondió el muchacho abriendo mucho sus hermosos ojos y en un tono escandalizado como si el otro hubiera dicho algo ofensivo-. El árbol es un ser vivo.
-¿Qué tonterías estás diciendo?
-Este roble que están talando es más viejo que mi abuelo y que el abuelo de mi abuelo; sus raíces nacen en el interior de la madre tierra y sus ramas nos acercan al cielo -recitó el chico como si se tratara de una oración bien aprendida-. El pueblo del bosque siempre pide perdón al árbol antes de talarlo; de no hacerlo, la maldición caería sobre nosotros.
He puesto también aquí, este pequeño texto publicado en 1933 en "La Prensa" por Don Antonio Lugo y Massieu y que de nuevo está recogido en el Nº 4 de la prestigiosa revista "Rincones del Atlántico". Si quieren leer el artículo completo y otro más relacionado con este tema pueden pulsar sobre "Arbolado y carreteras" y "Textos de la época sobre arbolado y carreteras", al final de esta entrada.
El lamentable abandono del arbolado de las carreteras de la isla
Cada vez que recorremos la carretera de La Orotava a Santa Cruz –que lo hacemos con relativa frecuencia–, y vamos atravesando los pueblos intermedios, y vemos cómo, con incomprensible rapidez, van desapareciendo los pocos árboles que viejos patriotas plantaron en otros tiempos, siempre nos hacemos esta pregunta: ¿Hasta cuándo va a durar el vergonzoso abandono de que no se repongan los árboles perdidos y se planten algunos donde nunca se han plantado?
No nos explicamos que en nuestra época, en la que se habla de conquistas culturales y reivindicaciones sociales, aún subsista esa indiferencia para con el arbolado en los sitios públicos, y que carreteras como las nuestras, magníficamente asfaltadas, –que hemos oído elogiar a los mismos extranjeros–, ofrezcan el doloroso espectáculo, a tantos turistas como nos visitan, de unos árboles raquíticos y en ocasiones mutilados, que pregonan, no solamente ese abandono a que nos referimos, sino una gran incultura ciudadana, una barbarie que no respeta al árbol; ¡el mejor y más leal amigo del hombre!
Y esto, para nosotros, tan amigos de ellos y tan fervorosos defensores, es siempre motivo de una honda pena, cuando no causa una profunda indignación […].
Se habla mucho de turismo; se cantan las bondades y excelencias de la isla; se exaltan las bellezas que atesora, y siendo éste el país donde se dan los árboles de todas las regiones del orbe, lo que hizo exclamar al príncipe de los viajeros Alejandro Humboldt cuando llegó ante la vista maravillosa y espléndida del Valle de Orotava: “He recorrido muchos lugares y todos los climas de la tierra y sólo aquí, en tan escaso espacio, he podido ver, en admirable gradación, todas las zonas botánicas del mundo”; y, sin embargo, para llegar a este vergel, que sigue siendo la admiración de cuantos lo visitan, hay que pasar por una carretera con tan pobre y miserable arbolado...
Antonio Lugo Massieu
La prensa (15 de diciembre de 1933).
Arbolado y carreteras
Textos de la época de arbolado y carreteras
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