Vídeo de la representación de El Trueque en el noroeste de Tenerife, celebrado el pasado 17 de marzo.
El objetivo es recordar las formas de vida de antaño, como en este caso, el trueque.
La gente iba de un lugar a otro, generalmente en la misma comarca e intercambiaban sus productos, por ejemplo en esta zona de Tenerife subían andando desde Puerto Santiago las pescaderas, para en los pueblos de las medianías cambiar el pescado por verduras, hortalizas y frutas. O los cochineros de Icod el Alto que con sus mulas recorrían toda la isla ofreciendo su mercancía.
También era muy importante el intercambio de semillas, lo podemos ver es este artículo de Juan Antonio Jorge Peraza, uno de los promotores de este evento.
" Mi abuelo vino del Norte"
Mi abuelo vino del
Norte a buscar semillas. Por lo visto es bueno cambiarlas de sitio, que
de vez en cuando las semillas viajen. Bueno, eso le gusta a todo el
mundo, conocer gente, ver otros pueblos, jugar a otros juegos. Creo que
mi abuelo no buscaba precisamente ver cómo se jugaba en otros sitos,
aunque tenía edad para eso cuando pasaba la Cumbre con su padre para
buscar semillas. Al fin y al cabo, con doce años seguro que todavía le
gustaba echarse a la calle a jugar con los demás chiquillos.
Siempre
salían temprano. Su madre decía: “a quien madruga Dios le ayuda”, pero
eso no era recompensa para dejar la cama calentita cuando todavía no se
veía ni un “fisco” de luz en la ventana. Era duro levantarse tan
temprano, pero valía la pena cuando su madre lo despedía montado en la
mula como a los demás, como a una persona grande. Era cuando se ponía
serio y tieso como un garrote, haciéndose el fuerte. Además, todavía
podía haber brujas trasnochadas. Había que aparentar.
Cómo
disfruto yo con esas historias de mi abuelo, porque me dibujan lo que
había en otra época donde ahora yo voy a jugar con mis compañeros: el
Camino del Valle Arriba, la Casa de Esteban el Medianero... Donde nos
metíamos muchas veces a escondidas buscando tesoros era en la Casa del
Patio, allí sí que me daba miedo. Pero para mi abuelo llegar a estos
sitos era una alegría. Podía significar algo dulce después de haber
estado comiendo sólo gofio y unas batatas frías que siempre le “enyugaban”. Aunque no todo era
amargo; se emociona cuando nombra unas tortitas planas de cebada que le
hacía su abuela para los viajes. Cuando salía con su padre hacia las
tierras del Sur, esas tortitas eran su gran tesoro. Una vez las cuidó
con tanto mimo que una le duró hasta la vuelta. ¡Sería bobo! Con el
desconsuelo que pasó…
Según mi abuelo, sólo entendió el por qué
de aquellos sacrificios, de tantas horas de montura, del sueño y frío en
aquellas madrugadas, cuando pasados muchos años, ya viviendo en el Sur,
veía algunos paisanos suyos en sus camionetas, bien trajeados, pero más
tristes. Ya venían a lo que venían y se iban al Norte. No se quedaban a
dormir en casa de los amigos de Vilaflor o de Guaza. Sólo venían a
trabajar y se volvían a sus casas, pero esa forma de viajar no les hacía
valorar los primeros rayitos de luz en la cara, cuando ya estaban
llegando al Filo. Ver los campos amarillos del Sur era todo un
descubrimiento. Qué diferentes eran de las huertas rojas y casi siempre
verdes del Tanque o de Las Abiertas.
La amistad, por lo visto, era el mejor pasaporte en esa época, porque no
había pensiones, y tener a Señor Agustín en Vilaflor o a Don Frasco en
Vera de Erques…eran tantos que eso sí que se me olvida. Esos sí eran
amigos, porque sabían de necesidades y por eso siempre agasajaban al
padre de mi abuelo como si fuesen familia. Nunca faltaba un “fisco” de
paja en el granero para tumbarse al abrigo de una manta canela con una
raya blanca que, según mi abuelo, vino de Cuba. Tenía algo que ver con
una revolución y unos mambises, o algo así.
Ahora, cuando escucho
a mi abuelo, aunque esas historias me las ha contado muchas veces,
siento desconsuelo de poder viajar por esos mundos de la Cumbre montado
en mi alazán, sobre la albarda que había sido antes de su hermano mayor y
antes de su tío. Ahora que recuerdo, fue la misma que yo rompí un día
por ver si dentro había algo de valor. Qué pena que hubiese sido tan
pequeño en aquel momento, porque ahora no lo habría hecho. Menos mal que
ya he crecido.
Creo que antes la gente era más feliz, porque aunque mi abuelo me habla
del frío o de que no había juguetes, tenía muchos amigos. En la Cumbre
se tropezaban con las mujeres que llevaban el pescado a la cabeza;
subían desde Puerto Santiago y a veces llegaban hasta Erjos, sólo para
cambiarlo por papas o alguna col, o ñames. Lo que no había en un sitio
había que ir a buscarlo a otro, caminando. Mi abuelo siempre se queda
repitiendo: ¡caminando! ¡caminando!
Algunas veces se encontraban
con los Cochineros de Icod el Alto, con unas cestas que llaman raposas
donde traían cochinos chicos que ofrecían a la gente y le decían:
¡fíjese, igualito que su madre! O con el cura, que siempre les daba la
bendición y al que luego brindaban con algo, con sus escrituras bajo el
brazo y tirando de una burrita parda. Parece que al cura siempre le
regalaban las burras más “es rengadas” porque siempre iba él tirando del
animal; ir montado era un desespero para la energía del cura. Siempre
de un lado a otro para dar misa o los últimos sacramentos a algún
moribundo, un rosario en el otro pueblo, siempre iba apurado.
Mi abuelo venía del Norte a buscar semillas, pero dice que la mejor
semilla no se la llevó, la sembró en el Sur: su familia. Sus hijos:
Manuel, Hilario, Roberto; su mujer, abuela Lucrecia, a la que siempre
envía un beso hacia el cielo cuando la nombra, mientras le regala alguna
lagrimilla a escondidas.
Yo soy el más enano y creo que tengo
una enorme suerte de tener un abuelo, porque escuchar sus historias es
como tener un sabio en casa. Él me puede hablar de muchas cosas que ya
no están donde yo juego, pero como él me las cuenta yo las veo y mi
imaginación hace mayores las historias. Al final yo también puedo hacer
magia porque veo otras aventuras donde mis compañeros sólo ven el Camino
Real, vacío, medio abandonado. Además, así podré contarle aventuras a
mis hijos. Pero bueno, para eso hace falta mucho tiempo.
viernes, 30 de agosto de 2013
Representación de El Trueque
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Publicado por
Dácil
en
22:43
Etiquetas:
Canarias.,
Tradiciones